Un día, caminando, me di cuenta lo poco bello de mis versos y me enteré tarde: no soy un poeta de lo hermoso y lo divino, mis letras más se asemejan a lo simple y permitido. A la infinita obviedad de las cosas. Así que no seguiré buscando a las flores floridas en desiertos llovidos y sutilmente polinizadas por el viento que las acogió entre las brasas incesantes del sol de verano. No.
Mejor digamos que las flores del desiertos son una rareza y que tanto da si aparecen, ya que, como no hay agua, desaparecerán y del mundo se irán y ya sabemos que todos las habrán de olvidar.
Me devuelvo indignado, cuando leas esto quizá ya he regresado. Te habré dicho que te amo y en las noches unas rabias habré pasado.
Hoy es diez y nueve (ciento nueve) de septiembre, uno de los días que más odio en la vida. Junto con el 21 de septiembre y el 25 de abril.
Ya te veré, ya me verás y dirás: es verdad, eres feo como ningún otro feo.
Que quede claro, somos feos, todos. Pero yo más y mejor.
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