octubre 13, 2010

Realidades cambiadas.


Nunca estuve buscando un conejo, mejor tampoco un hamster. Ester estaría feliz con un amigo peludo de cola corta, pero la alergia impregnada en sus pelos me ahorca. Preferiría una Oca, pero no soy tan ganso para aquel animal manso. Ansío responder con animal implacable, que resuene en mis oídos, surque las impresiones; por sí solo hable. 

Me contento con lo impensado, adorar a las restricciones de la mente y, cabalmente, añoro las sátiras de oro. Orientando la innocua adicción compensada, sandeces irían a cambiar mi motor irracional. Que de forma formal, imperaría en esta parte absurda de mi cometido. De mi respuesta sin sentido.

Me conformo con la belleza simple y pura de un ave con soltura, como los cuervos campantes de poemas triunfantes, o las simples palomas que vuelan y truecan las impávidas concretadas. Son criaturas aladas, en tonos grises, las que hacen reanimar mis sentidos. Si me pides, entre conejo y hamster comparar, entre cisne y pato iré a contestar.  

Un ave desconocida que, a su alumbramiento, era un simple pato del firmamento. Cuando el cuento  llegue al allegro, me quedaré con el vuelo de cuello negro. 

Como el allegro llegó hace rato, a todos lados mi cisne ha volado.

Cambienla por otra ¿Otra? Sí, y de las mismas