mayo 09, 2013

¿Quieres?

Siente al vacío
el aliento
¿Quieres?

No caer, sanar
la espera
con eternidad.
¿Quieres?

¿Lo quieres?
Simple.
Nada.
Volar al cierre
del panal,
ante la mano
apícola.

¿Quieres?
Corazón reparado,
hogar construido,
almuerzo vegetariano
en fiestas patrias.

¿Por qué te sonreías?
Esto es una forma
de explicarte.
Simple, fácil,
eterno.

Somos futuros,
presentes,
poesía activa
y constantes
pretéritos enterrados.

¿Me quieres?

No te enojes,
yo sé que sí.
¿Pero quieres?
A un viejo nuevo,
alegre y cansado,
dulce, frío, caliente.
Desparramado.

Y tú.
Tú sigues siendo
pajarita, pingüina,
y bella.

Caracoles amantes.
Lentos, perpetuos,
hogareños.

marzo 27, 2013

Una noche ganada.


La voz de tus ojos olía las estrellas del amanecer,
mientras cada clara y yema de tus dedos febriles
volaban por las alturas y los llanos amansados.
Y tu horizonte reflejaba el mar, la noche ganada.
Las bestias en reposo se codeaban en sus nidos,
la vista espumosa y el recoveco desaliñado,
carentes de palabras, se sometían al silencio crudo
de la desventura incorrecta para el pobre Vaticano.

febrero 09, 2013

Déjame cantarte algo.


Déjame cantarte algo
mientras el sol nos abrasa:
un cuento teñido,
camuflado y temeroso.
Vivo.

Déjame cantarte algo
con mi voz de alfiler
con mi voz que sostiene
en el muro,
un papel.

Un alfiler de muro,
uno de costurero,
cantante de sábados libres.
y vos dirás:
Nada.

Tinto, de tintura
 y de que vino el vino 
a teñirlo de rojo.
Al letrero sostenido
por el alfiler en el muro.
 ¿Te acuerdas?

Déjame cantarte algo
con mi voz
de almuerzo nocturno.
patio trasero del huerto,
coliflor de esperanzas.

Para que veas en tu muro
al tomate encascarado,
al alguacil de feria porteña,
al azafrán de lutos dominicales.

Déjame cantarte algo,
así oirás el crujir de mis hortensias
en estos racimos de batalla.

Déjame cantarte 
y no contarte,
Déjame pregonarte
y no preguntarte,
Los frutos de mi tierra.

enero 30, 2013

¿Cuánto tiempo ha pasado?

¿Cuánto tiempo ha pasado?
Afuera los payasos vuelan al perfume
de sus morisquetas y sus armónicas.

Afuera el mundo me llora el tiempo que,
 vuelto en sí mismo,
me pide un postre de frío corazón.

Vino en tinto traje y, en su cara de día,
 me dijo:  ¿Cuánto tiempo ha pasado? 
Y yo miré mi reloj,
Y mi reloj me escupió las horas perdidas.

¿Das horas? -le pregunté-,
 Luego me perdí a mí mismo en el ataúd del viento
que jugando a ser un payaso, sopló su armónica
y de una morisqueta propuso la guerra y asaltó la mirada.

¿Cuánto tiempo ha pasado? -me preguntó-.
Y yo le escupí al reloj del mundo,
dejé de saltar su cuerda y lo regalé,
lo regalé al viento que había dado la tregua.

Mientras los payasos y sus armónicas,
el viento con sus morisquetas y ataúdes,
y el mundo y sus relojes de tinto traje
se preguntan unos a otros:  ¿cuánto tiempo ha pasado?,
El rocío nos advierte
bajo las nubes
la próxima tempestad.

enero 23, 2013

Es más fácil conversar que pelear.

 Santos días, santas muertes y un carrito de albañil.
Dos manzanas, tres barbados y un salto en garrocha.

Quédate mirando al espejo, mientras el aire te quema.
La luz será comida en el otoño y tus manos, la sal.

Veinticuatro, doce. Dos. Dividiendo el propósito.
No multipliques. Dos, veinticuatro al cuadrado.

Intermedio, entremedio, infrarrojo, el cerrojo.
Entremedio el cerrojo, debajo del intermedio rojo.

El único, una visión. Grande y jugosa. Cantaron.
Salta, salta, pequeña hilacha, de mi pantalón.

Volveré, fuerte y tenaz.
Volveré.

enero 03, 2013

Lo que usté quiere cuando mira un libro de poesía en el supermercado

Usté quiere poesía. Entonces, busca en unas oraciones cortadas antes de la sangría. Se refiere al autor como Poeta y revisa silenciosamente si es un nombre de fantasía o real.

¿Tendrá muchos seguidores esta persona? Si está muerto, mucho mejor. Aún más si nadie lo conoció. O, algunos más que nadie.

Si no lo entiende ninguna otra persona, ni usté mismo.

Si fue criticado por morir de cabeza o de un balazo en el pie. Pero de cabeza.

O si le dieron tantos galardones que los fundió (los de oro) y se compró una casa para su colección de galardones. O rentas vitalicias.


También hay rentas vitalicias de oro. Pero lo que usté quiere es poesía. No, usté quiere comprar en tres cuotas, precio contado, una poesía.

Y la poesía (no) está entre el pasillo de los vinos y el de las papas fritas, mientras los libros agonizan con el olor del pollo asado que usté se comió al almuerzo.

Cambienla por otra ¿Otra? Sí, y de las mismas