Hace años que venía sucediendo en silencio. Perdí la visión real y camuflé lo esencial por una imaginaria vida. Me enteré de ti en momentos de nubosidad infinita. De lugares amurallados e imposibilitados de encontrar tu arte. Encontrarte. Te guardé en un baúl discreto, cual secreto. Te ignoré y por ti oré. Y en mis sueños apareciste, codificada entre sutilezas y obviedades. Entre la magia y la razón olvidé esta pasión.
Los años pasaron como aves otoñales. Sin entender señales, buscamos verdades. Te esperaba desde siempre, de encontrarte en todo momento. De ser atento y dispuesto a comprender el tiempo. Pero no, nada de eso importa ahora.
Te vi y me viste. Nos miramos y mostramos las arrugas del pasado, del tiempo desalmado. Y me dijiste.
Después de todo fuiste tú quien lo dijo. Yo no pude estar más de acuerdo. ¡Espera un momento! ¿Esto es real o atemporal? Tanto da si es lo uno o lo otro. O ambos.
Me dijiste, me preguntaste con evidente preocupación. A ratos temblaba tu voz, tus piernas, tu confianza hecha pedazos a retazos. Mientras mi interior bailaba sin ritmo coordinado, lloré acallado.
Y luego.
Y luego comenzamos a vivir en paz.