octubre 13, 2008

Para quien su nombre he olvidado



No pretendo ser agente ofuscador, ni menos atraerte a mi desgracia. Soy hombre sencillo, de palabras, de muchas de ellas. A veces dejo de serlo, me canso de mirar la paciencia y corro buscando las respuestas. Me convencí de ser maduro e inteligente, de haber acabado con errores infantiles y de parajes anteriores. Me convencí de mirar a la mujer como símbolo de perfección, de guiarla hasta mis interiores para mostrarme tal cual soy.

Soy un hombre de terno. De ternura. Determinado a conseguir mis nortes. No te vayas a fijar en mis palabras. Mienten, confabulan en contra de todos quienes puedan ojearlas. Es así como obtengo lo esencial. Haciendo trampas al sentir, sintiendo que mi habilidad por la bondad se estremece en tono de locura. Locuazmente pretendo desvirtuar mi carrera por vencerme.

Ven, seré más que un simple traidor a mis fútiles aliadas. Más que un don Juan fatigado por la habladuría. No tanto como un espejo de contraponer imágenes en desagrado. No está en nadie serlo. Un individuo no puede, más que acercársele, lo que en compañía puede lograr. Es así como me destierro de mis andanzas pasadas y pido perdón a quienes mi inusual actuar haya contrariado.

Nadie se puede jactar de lo que no tiene. Poderes para olvidar el sentir. Poderes para comenzar a vivir. Grandes montas de montones amontonados montados en montes moteados. Nadie tiene tal cosa. No pido que tengas lo imposible. No busco lo imposible, pues mis sueños me lo entregan. No busco poderes, mis letras son suficientes. Busco ternura, comprensión, armonía y poesía espontánea. Que mi sentir vuelque en el tuyo un espacio del cual nos haga imposibles para ambos. Aquello que se nos está prohibido como individuos, se nos acerca al caminar de la mano.

Balcón onomatopéyico de prados partidos
Cambienla por otra ¿Otra? Sí, y de las mismas