diciembre 05, 2017

Maté a Cabrera

Hace mucho tiempo que estoy escribiendo una obra de teatro, se lo he contado a todo el mundo, detalles o generalidades aparte, el mundo me ha dicho que siga haciéndolo. Así que maté a Cabrera, al protagonista. ¿Por qué? No soy muy bueno con los argumentos, fue una tincada, se podría decir. Cabrera era un personaje completo, no tenía espacio para mejorar, estaba viejo y tenía respuestas para todo y todo tenía sentido si él lo analizaba. ¿Qué sentido tiene tener a Súperman vivo?

Cabrera era como Sherlock, o como Súperman. Así que, como ellos, tuvo que morir. Ahora, en ambos casos han sido resucitados por sus autores por diversos motivos, pero Cabrera debe morir, para que yo pueda descansar de él y de su perfecta humanidad.

agosto 13, 2017

Espera futil



Por cerca de tres años te envié cartas,
Contándote mis sueños, mis ambiciones
Cuánto te extrañaba, también dije cuánto te quise.
Lo que añoraba en mis días malos, y en los felices,
Felicidad brotaba de ellas.

Hubo dibujos, poemas, trabalenguas incluso,
La palabra amor se escribió más veces que cualquier otra,
Y cuando más te necesité, más cartas recibiste.
Más poemas, más dibujos, más trabalenguas.
Incluso un poncho envié, envuelto en una pequeña nota.

Pero luego de tres años dejé de hacerlo,
Y me preguntaste por qué,
Por qué el flujo constante de misivas no asomaban a tu puerta.
Tú querías de mis poemas, mis historias con dibujos,
Un nuevo poncho, un trabalenguas quizá.

Me da pena escribirte carta alguna,  respondí.
Me urge una tristeza, quizá la más grande de este mundo,
La que más me ha aquejado, la que me impide dibujarte
Un poema o un trabalenguas, o tejer una historia
Que cobije cual poncho.

Ese día, en tu casa, me mostraste una bolsa llena de cartas,
Tu más grande tesoro, tu gran felicidad.
Y era verdad, tu sonrisa no podía mentir
Te veías feliz, en ese flujo interminable
de cartas atesoradas.

Entonces lloré, no delante tuyo, en silencio.
Queriendo no ser revelado por la felicidad presente
de las innumerables enviadas.
Me sequé por dentro, entendiste luego de un tiempo,
Mis cartas me secaron, o la ausencia de las tuyas.

¿De qué sirvieron los poemas, las historias de ponchos
Y de los trabalenguas que dibujé con el amor mío?
Si me causaron una pena silenciosa y egoísta,
Una espera eterna, sangrienta y destructiva,
Por querer una carta tuya, con firma y nombre,
Para atesorar, para saber que entendías
El significado de las mías.

julio 28, 2017

Esos sueños.

Dejé esta entrada en borrador, pensando que publicaría luego. ¿De qué se trataba, por qué lo hice? Han pasado cuatro años desde entonces y solo me quedó el título: Esos sueños.

Me dijo que ya nada importaba, que no tenía sueños, que no perseguía cosa alguna y se fue a perseguir a otro que vivía en las nubes.

¿De qué sueños le hablé a la gente? ¿de qué gente hablo cuando digo que hablo de sueños? Me parece mentira pensar que ahora es el sueño de ese otro yo, el del pasado, el de hace cuatro años, aquel que dejó el título en esta entrada y desapareció en sus sueños, sin decir cuáles, sin decir a dónde.

mayo 09, 2013

¿Quieres?

Siente al vacío
el aliento
¿Quieres?

No caer, sanar
la espera
con eternidad.
¿Quieres?

¿Lo quieres?
Simple.
Nada.
Volar al cierre
del panal,
ante la mano
apícola.

¿Quieres?
Corazón reparado,
hogar construido,
almuerzo vegetariano
en fiestas patrias.

¿Por qué te sonreías?
Esto es una forma
de explicarte.
Simple, fácil,
eterno.

Somos futuros,
presentes,
poesía activa
y constantes
pretéritos enterrados.

¿Me quieres?

No te enojes,
yo sé que sí.
¿Pero quieres?
A un viejo nuevo,
alegre y cansado,
dulce, frío, caliente.
Desparramado.

Y tú.
Tú sigues siendo
pajarita, pingüina,
y bella.

Caracoles amantes.
Lentos, perpetuos,
hogareños.

marzo 27, 2013

Una noche ganada.


La voz de tus ojos olía las estrellas del amanecer,
mientras cada clara y yema de tus dedos febriles
volaban por las alturas y los llanos amansados.
Y tu horizonte reflejaba el mar, la noche ganada.
Las bestias en reposo se codeaban en sus nidos,
la vista espumosa y el recoveco desaliñado,
carentes de palabras, se sometían al silencio crudo
de la desventura incorrecta para el pobre Vaticano.
Cambienla por otra ¿Otra? Sí, y de las mismas