octubre 25, 2009

Extracto de la vida sustantiva.

(...)Llegué tarde, me acosté encima de la cama boja arriba y prendí un cigarro. Horas pasaron antes de reinventar la sinápsis mental. Una vez incorporado recorrí paso a paso los sucesos que me habían conducido a tal estrepitoso tormento. Pensar no resuelve nada - me decía- como si esas palabras intentasen adormecer mi cuerpo, como si entre la realidad y la onírica se revolviesen impidiendo su distinción. Decidí escribirle, traté que fuera algo hermoso y a la vez sencillo para que fuese de una lectura placentera. Nada resultaba. Hoja tras hoja iban cayendo al cementerio de papeles como si fuesen cuerpos mutilados por guerras pasadas. Las formas se me escapaban y los versos ya iban en un tren, a cualquier parte, pero lejos de mí. Forzar la belleza me llevaría a la peor de mis pesadillas, a la violación empírica de mis enseñanzas previas, a un tiempo remoto cuyos años he dejado en el vacío.(...)

(...)Tarde como siempre, salí a comprar tabaco. Me imaginaba, mientras cogía los zapatos, las mismas calles, las parejas saliendo del cine, la señora de las empanadas y el guatón de las pizzas. No tenía sentido volver a hacer un trayecto gastado por la rutina viciosa. No sentía prisa por volver a fumar, ni por llegar pronto a mi cama, ni de pensar siquiera en volver. Me dí la vuelta y caminé en un sinsentido por calles oscuras. Por aquí tendrá que haber un lugar abierto, una gasolinera o tal vez una botillería amiga- me decía mientras mis pasos seguían inseguros del camino. Llegué a no se dónde con ni me acuerdo y acompañé a mis gastados pulmones con una cerveza. Jim cantaba su más desgarrador grito cuando me acerquaba a la barra. Con una Corona y aquella banda sentía que las ideas se aclaraban, se componían como si siempre estuviesen ahí, burlándose y escondiendose de mí.

Saqué unas hojas que andaba trayendo, revisé bolsillos, pliegues y dentro de todo lo que podía buscar, pero mi pluma no estaba. Le pedí un lápiz al barman y escribí:

Lo que pienso mientras te miro fijamente.

Estas en mi cabeza todo el día, zumbando las orejas de alegría. Estas en mis manos creadoras todo el tiempo, manufacturando mi contento. Estas en mis sueños imaginarios, volando entre canarios.

Estas presente como verdad absoluta, como opositora a una gran permuta. Eres parte indiscutida del caer de mis palabras. De mis aciertos y errores, de tibios corazones. Eres camino exclusivo de mis andanzas y virtudes, de miles de miradas pasivas, de lascivas propuestas y curiosas respuestas.

Eres estruendo perpetuo de la iniciativa espontánea, el residuo permanente de una colectiva experiencia. La ciencia incierta de milagrosas vivencias.

Eres la espera permanente a la complicidad permitida, a la acción intermitente de nuestros cuerpos enramados, al solsticio invadido de infinitas comprensiones. Pasión intermitente que remece direcciones.

Eres directora inconciente de líneas regaladas, de éstas consumadas y bien aliñadas. Directora de mis latidos, de mis sueños perdidos. Ven y quédate conmigo, antes que este cuerpo se quede dormido.


(...)Decidí volver por la ruta más conocida, no sabía de hora ni de dónde había llegado, sabía por conversaciones de mis vecinos de barra que aquel lugar era de Rene. Tomé la principal y me dispuse a esperar el bus. Cuando la cajetilla ya estaba vacía, me percaté de las canciones triunfantes de algunas aves de por ahí. Estaba aclarando. Caminé por donde pude y compré más nicotina en una bencinera. En una plaza desierta decidí tenderme a descansar mis piernas. El sol desplegaba sus primeros rayos, la cordillera se iluminaba en su cenit y la escarcha reflejaba una honestidad preocupante. En aquel desconcierto comencé a escuchar las primeras tonadas de un melancólico piano. La música venía de la única casa despierta. Me esforzaba en creer que quien interpretaba Claro de Luna era una mujer de incansable belleza, que cada mañana despertaba su hogar con alguna dulce melodía. Pero no, aquella sonata falló una nota conocida. Así también lo era la silueta dibujada detrás de las cortinas. Miré otra vez a mi alrededor y caí en la obviedad absoluta. Los árboles, los juegos de niños, hasta el césped escarchado me hacía sentido. Saqué el lápiz de Rene y anoté:


"Si no eres quien creo que eres, y si no soy quien crees que soy; entonces eres quien quiera que quiera y yo soy quien quiera que quieras".


Nunca antes un trabalengua me había hecho tal sentido. Añadi mi teléfono y luego seguí mi andar.


Tres días después me llamó un hombre. -No sé quien es usted, tampoco lo quiero averiguar, pero mi hija tiene suficiente como para que algún estúpido sinsentido le venga a perturbar la vida- luego de una pausa añadió: si usted fuese de verdad un caballero, le traería flores, chocolates y daría el nombre. Sin alcanzar a responderle cortó.(...)


(...)Francisca se enojaba cada vez que me veía con la cajita."un día de estos me quedaré sin mamá y a cambio obtendre una gran masa de cacao". Me miraba en silencio y luego nos hechábamos a reír.Mi suegra era fanática por los chocolates, y a mi forma de ver, era la única manera de ganarme su confianza.(...)


(...)Ella tocaba el piano y luego yo, con el más disimulo posible, le entregaba una carta con las coordenadas de nuestra próxima escapada.(...)






Cambienla por otra ¿Otra? Sí, y de las mismas