diciembre 23, 2009

Extracto de la vida sustantiva 5.

Aquel día volví tarde a mi casa, o quizá demasiado temprano para el cartero, quien sabe. Llegué a un lugar vacío, sin muebles o recuerdos de vidas pasadas, intacto a la memoria de quienes sus pasos chocaron contra el suelo. Con algunas paredes manchadas y otras mancilladas, con cortinas sucias y limpias, con una biblioteca llena de polvo y falta de libros, con una sala del piano sin piano. Salvo por mi habitación y unas cuantas porquerías sin valor, todo lo demás había desaparecido tal como lo había deseado. Sin música, sin libros, sin recuerdos ni nostalgia. La casa permanecía en armonía con mi corazón. El silencio me estremeció al punto de querer gritar y acallarlo, pero mi aire estaba en otra dimensión, buscando la respuesta a tal extraño sentir. Había conseguido mi primer objetivo, ahora necesitaba de una nueva actividad que ocupara mi vasta imaginación.

Al gato no lo pude encontrar. No quería deshacerme de él puesto que había llegado a la casa días antes del fallecimiento de mi abuela, no tenían relación alguna; era un ser libre de recuerdos indeseables. La teoría más posible era que, al haberle pisado la cola, éste haya salido huyendo a la mañana siguiente cuando mi abuela abrió las ventanas para ventilar la casa. Los gatos son rencorosos y muy egocéntricos, buscan lo que les conviene y si no, se mandan a cambiar y, si no encuentran nada bueno, vuelven con la cola entre las piernas a ronronearte las piernas. Manipuladores por excelencia. Salvo los días que se sentaba a escuchar mi música sobre mis piernas, no tenía otros recuerdos del gato, ni siquiera le había bautizado. De haberse quedado un tiempo le habría puesto Beto, como yo le decía a Beethoven cuando era un niño. Sin embargo, dado los acontecimientos recientes, ese nombre estaba prohibido junto con las otras cosas referentes a la música. De ahí su anonimato. Así que el gato cuyo nombre pudo haber sido Beto desapareció junto con las otras cosas de la casa, como un objeto más, sin identidad o dueño que lo reclamase.

Desperté a mediodía por el sonido punzante del timbre (algo que aún tenía que deshacerme) Mientras me trataba de levantar de la cama y, al mismo tiempo, hacerme la idea de que no descubriría el final de mi sueño, me senté, puse las pantuflas y me encaminé al baño, antes de entrar grite hacia la puerta:- un momento por favor, ya abro. No hubo respuesta. Me mojé unas cuatro veces la cara y contemplé pasivamente las marcas de la almohada en mi rostro. Si era alguien importante, no habría una buena impresión, de lo contrario daba lo mismo. Tanto da que alguien salga en pijama con rastros recientes de sueño, a recibir una visita. El ojo mágico de la puerta delató a la mujer que del otro lado esperaba impaciente. Tenía un aire familiar que no puede recordar, pero venía muy molesta, como si yo fuese su pareja y en este momento la estuviese engañando con otra persona. Algo que no podía ser bueno si de un desconocido se tratase.

Abrí la puerta y ella inmediatamente se presentó ante mí:
- Me llamo Francisca Machado, tengo 21 años y pronto me graduaré de Pianista en el conservatorio. Vengo por dos razones.
Mientras ella sacaba un papel de su cartera, se le notaba lo furiosa y claro, el enojo me lo transmitía a mí como si yo fuese el responsable absoluto de toda su desgracia. Yo seguí mudo esperando a que ella terminara su discurso.
-Usted anoche ha presenciado mi práctica secreta, debe saber usted que esta nota no me ha dejado para nada conforme, yo practicaba la composición que me hará acreedora del título de concertista en piano. Sucede que si usted, señor pianista internacional, hace pública esta obra, ya sea una pequeña parte de ésta, mi credibilidad se verá afectada y no me podría recibir como lo he planeado durante todo este tiempo. Como verá esta es una situación muy delicada.
En efecto, la madrugada anterior me había quedado escuchando a alguien que tocaba un piano cerca de mi casa, dejé una nota tipo trabalenguas y luego añadí mi información de contacto. De ella se trataba.
Francisca continuó: espero que como futuros colegas usted respete la autoría de esta pieza.
- No se preocupe por mi, yo no soy capaz de tal cosa.
Muy bien- dijo con un tono más amigable. Ahora que el primer punto está claro, le explicaré sobre el segundo asunto.
Mientras decía las últimas palabras sentí que aquel "segundo asunto" duraría toda la tarde, algo que no podía ser explicado tan sólo en el umbral de la puerta. La invité a pasar y mientras cerraba la puerta le expliqué sobre el porqué de la falta de objetos en mi sala de estar. Francisca se sentó en el suelo "a lo indio" y sacó un cigarro Light de su cartera y un encendedor. Al parecer se había fijado en el único objeto visible: un cenicero repleto de colillas a medio terminar.

Ahora que me he puesto cómoda podré explicarle el verdadero sentido de mi visita, señor pianista internacional.

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