
En el metro la conocí. Le dejé en su bolsillo un papel con mis datos, mientras salía de la mano de su padre. Nos hablamos a la tarde. Valentina era su nombre.
Al año siguiente la llamé para su cumpleaños. Tenía un hijo y trabajo. Al parecer se iría a casar.
Nunca estuvo de acuerdo con mis deseos de estudiar en Concepción.
Su hijo se llama Ignacio, como mi padre y mi abuelo. A mi me dicen nacho.
Ahora estudio en Santiago.
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