
A ratos no vuelo.
A ratos no corro.
También camino por las calles, con mis zapatillas de años anteriores, con mis bolsillos llenos de manos entumidas, con la cara colorada y gorro de lana de alpaca. A veces tengo un gorro con visera, para cuando mis orejas se sientan templadas. Juego a pisar las hojas de dos en dos, por lugares cuyos nombres redundan con su género próximo. Muy complejo de entender el zigzagueo azaroso.
A ratos no camino.
Por los senderos demostrados, me siento a ratos. Sin mantel, ni mantillo que libere de mi cuerpo cualquier insinuación de suciedad. Mi humanidad reposa en el suelo y ahí se queda, sin consuelo. Con sombra, sin luz, smog o cualesquier otro concepto luminoso. A veces leo en posiciones estáticas, otras prefiero no moverme. Libros y no libros, cuentos de historias consumadas y otras sin cumplir ni terminar.
A ratos hago nada; y soy libre de hacerlo.
Y serán esos los momentos que más añores... Independiente de todo lo que pudieras o no lograr. Ya que en ellos, nos observamos en nuestras formas más primarias. Nuestros instantes menos dormidos.
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