
Los años pasaron como aves otoñales. Sin entender señales, buscamos verdades. Te esperaba desde siempre, de encontrarte en todo momento. De ser atento y dispuesto a comprender el tiempo. Pero no, nada de eso importa ahora.
Te vi y me viste. Nos miramos y mostramos las arrugas del pasado, del tiempo desalmado. Y me dijiste.
Después de todo fuiste tú quien lo dijo. Yo no pude estar más de acuerdo. ¡Espera un momento! ¿Esto es real o atemporal? Tanto da si es lo uno o lo otro. O ambos.
Me dijiste, me preguntaste con evidente preocupación. A ratos temblaba tu voz, tus piernas, tu confianza hecha pedazos a retazos. Mientras mi interior bailaba sin ritmo coordinado, lloré acallado.
Y luego.
Y luego comenzamos a vivir en paz.