
Y tus ojos.
Tus gustos, que son míos. Y ahora corro caminando entre el frío.
Ver los autos, las manijas, el olor a desconsuelo y un don que de 21 cambió las cosas.
Y tú forma de mandar lejos lo que me gustas.
Caer del árbol, mirar al infinito de estrellas sin encandilarlas. Ha llegado la hora de despertar del sueño. Soy un hombre y merezco consuelo. Vivir suelto de fuertes anzuelos dispersos, molestos y sin funestos tiestos.
Me gustas.
Y tu forma de decir no, es cierta. Quiero enterarme mañana que ayer somos nada. Despertar descalzo entre vacas no ríe a quien las alcanza. Correr entre el frío sin querer más río de piezas disueltas, blancas nieves muertas y dormidas por la brisa del amanecer nocturno y un tal contrabando moribundo.
Me gustas.
Es lo cierto, no conozco, ni huelo, no respiro ni palpo mis gustos, mis disgustos, mis desagrados y vómitos. Para revisar mis amargados te digo a dos lados. Quiero ser quien vuelque tu vida y quien pueda arrebatártela entre vías dispersas sin persas dispuestos a ponerse un ser sereno de heno.
Un vomito de alma reza por ser y serlo después de mi equívoco preludio. Eres un poema inconcluso. Una cajita de leche que aliviana la lectura. Y una mirada tétrica para explicar lo conversado. No me des donde más duele, más que mal, no somos nada, ni amigos ni amantes ni contrapartes. Pero lindo.
Me gustas.
Y eso es lo único que puedo decir de ti.